Una de las siete mitzvot de Bnei Noaj (noájidas o hijos de Nóaj),
establece la prohibición de no cometer idolatría (Avodá Zará). Esto lo
aprendemos realizando un análisis profundo de Bereshit (Génesis) 4:26, pero
esto es tema de otro post. Analicemos lo siguiente, si se nos pidieran que
describamos la palabra “idolatría” en breves palabras, ¿qué respuestas posibles
podemos dar desde nuestro intelecto? Seguramente, pensaríamos en individuos que
delegan “atributos divinos” a objetos materiales, los cuales son usados como
medios de comunicación para conectarse con lo espiritual; otra opción sería
usar “facilitadores espirituales” (Jas VeShalom) como meros intermediarios entre el ser humano y el
Creador del universo; por último, podríamos comentar aspectos filosóficos
errados como ser: trinidad, dualidad, etcétera.
Toda esta lluvia de ideas en su conjunto,
conforman lo que normalmente conocemos como idolatría. Entonces cabe
preguntarnos, ¿por qué el enojo se podría considerar como tal? Comencemos con
una pequeña historia.
Ricardo fue recibido con gritos y ofensas, mezclados
con el enojo habitual y despectivo de su padre Tomás. Lo triste de esta escena
fue, que Ricardo llegó tarde a casa de su papá, por haber ido a recoger comida
casera, especialmente mandada hacer para él. Además, había pasado a la tienda a
comprar algunos pendientes que también le había pedido su padre, todo esto lo
hizo inmediatamente después de haber salido de su trabajo y de haber terminado
más rápido sus pendientes para poder atender a su querido padre.
Ricardo, es un buen hijo, siempre está al
pendiente de su padre y todo lo que hace por él es por gusto y devoción. La historia
es distinta para Tomás, ya que cuándo se enoja, no piensa, no ve los esfuerzos
y no entiende de razones. Cuando Tomás se enoja, comienza a justificar sus
pensamientos destructivos, dándoles tanta fuerza de modo tal que sea imposible
hablar con él, ya no recapacita, no sede y no escucha. Tomas le
gritó a su hijo, lo lastimó y además se quedó sin comer ya que su enojo le hizo
creer que él tenía la razón.
Profundizando en el tema…
“Todo el que se enoja, se considera como que está
haciendo Abodá Zará (idolatría)”.
Si analizamos la historia anteriormente expuesta, notaremos algunos
puntos esenciales para comprender la gravedad del enojo. ¿Qué aprendemos de
Tomás?
Cuando Tomás se enoja:
-
No piensa: Una de las claves para servir a Di-s es
hacer uso de nuestro intelecto, acompañado de nuestra voluntad. Por ende,
si mostramos una actitud irascible, inmediatamente todo nuestro conocimiento
desaparece, nuestras tefilot (rezos) no son escuchadas y, en vez de elevarnos,
descendemos hasta lo más bajo. Pongamos un ejemplo: Si un rey nos necesitara
para realizar una tarea sumamente importante, y en ese momento nos presentamos
con una actitud colérica y un rostro totalmente desfavorable, ¿qué hará el rey
en ese momento? Seguramente, nos obviará del asunto y llamará a otra persona
que ocupe nuestro lugar. Análogamente, así Boré Olam hará con nosotros pues, si
ante un rey, presidente o persona importante, nos comportamos de esa manera y
sufrimos nuestras consecuencias, ¡cuánto más ante el Rey del Universo!
¿Entendemos la gravedad del asunto? Los
jajamim (sabios) dijeron: “Todo el que se enoja,
demuestra que no le da la importancia incluso a la presencia divina”.
-
No ve los
esfuerzos y no entiende de razones: La segunda
fase del producto del enojo es posicionarse en una posición ególatra, en la
cual, el individuo disipa cualquier puerta, camino o situación que esté fuera
de su limitada perspectiva. No hay manera de lidiar con esta persona, pues
siempre apunta a tener su “razón”, tomando como ataque toda opinión o
explicación del ser con el cual tuvo el conflicto. Está escrito: “El enojo de un tonto se
conoce durante el día, pero un hombre inteligente oculta su vergüenza.” Y también se aconseja, “No te
enojes con facilidad” Por lo tanto, una persona en ese estado se
olvida de Di-s, olvida que él es insignificante ante la grandeza de quien le
dio la vida.
-
Comienza a
justificar sus pensamientos destructivos: Nos
encontramos ahora frente a la defensa de lo indefendible. Mi padre suele decir:
“cuando una persona se queda sin argumentos, comienza con el agravio contra su
víctima”. Una persona indignada, busca
culpables, se convierte en una manera de actuar crea una predisposición
que se convierte en un hábito y una costumbre. Sobre esto dijeron los sabios: “la persona que se enoja, se le olvida su olvido y
aumenta estupidez en su cabeza”
-
No
recapacita, no sede y no escucha: Si seguimos
empecinados en nuestro yo, jamás podremos ver la inmensidad de conflictos que
nos hubiésemos evitado si no nos enojáramos. Acerca de esto el Rabino Ariel
Groisman (Shlit”a) explica que el ser humano debe poner énfasis en tres pasos:
Aprender- Desaprender- Reaprender. Haciendo uso de sus sabias palabras,
podríamos mencionar que un individuo, debe:
1. Aprender
de sus errores, esto es asumir la responsabilidad y saber que en algún momento
él también se equivocó.
2. Desaprender sus posibles justificaciones y argumentos
que aumentan solamente su necedad, evitando así la oportunidad de solucionar el
problema ocasionado.
3. Reaprender de toda la situación. En otras palabras,
implica hacer Teshuvá.
Sobre esto se dijo: “Cuídate mucho en siempre hablar con calma con las personas y
no te enojes por ningún motivo”
Conclusiones finales:
Hemos visto, cómo el enojo no sólo provoca un
daño interno, sino que afecta nuestras relaciones sociales y más aún, nuestra
relación con Hashem (bendito sea). Ahora podemos tener un conocimiento más
amplio de la gravedad de la ira y sabemos que la misma es una transgresión de
uno de los preceptos universales (idolatría). Debemos trabajar en ello.
En palabras
del Rab Boaz Fariñas Shlit”a:
“En muchas ocasiones luchamos
contra nuestra mala inclinación, aunque casi siempre ganamos la pelea no es
menos cierto que perdemos algunas batallas, y al momento que perdemos las
batallas nuestro ego puede ser afectado, y al momento que eso sucede puede
afectarse nuestro carácter, siendo esa la meta que el Yetzer Hará quería
lograr.”
No caigamos
en el error de enojarnos con facilidad, más bien recordemos esta frase: “Midá Kenegued Midá”, de la misma manera
que uno se comporta, así mismo se comporta Hashem con él.
Como nos
aconseja el Rab Boaz Fariñas (Shli”ta): ¡Que cada día podamos ser mejores
individuos!
¿Es
el enojo una mala cualidad?
BS”D hemos visto
cómo el enojo no sólo perjudica nuestro carácter moral y físico como persona,
sino nuestra relación con el Creador del Universo. Hemos realizado una analogía
de cómo el enojo es considerado por los jajamim un acto de idolatría. Sin
embargo, la pregunta es obvia, ¿existe una persona que no se haya enojado en
algún momento de su vida? Y una pregunta más profunda, ¿es todo el enojo
malo? Como siempre, empezaremos con un
pequeño relato:
Profundizando…
Es muy difícil reclamarle algo
a Geraldo, cada vez que se le dice algo, responde inmediatamente con una serie
de acusaciones, blasfemias y humillaciones muy dolorosas. Por ello, en general,
su familia evita tener confrontaciones con él para poder mantener la armonía y
la tranquilidad familiar. Así y todo, desafortunadamente sus arranques de enojo
son tan fuertes y tan intensos que lo han alejado un poco.
Hace unos meses su papá se
enfermó seriamente. El doctor había insinuado que los incidentes emocionales y
el estrés en la familia habían contribuido en cierto grado al deterioro de su
salud.
Fue entonces cuando uno de sus
hermanos le habló tratando de medir sus palabras para no ofenderlo y a la vez
solicitándole que tratara de controlar sus impulsos, sobre todo frente a su
padre. Los gritos de Geraldo llegaron al cielo, el enojo fue tan fuerte que
ofendió, gritó, casi no dejó hablar y no ofreció ninguna de la ayuda y el apoyo
que su familia requería para poder salir adelante.
Geraldo no le habla a su
hermano. Lamentablemente, su enojo lo ciega y lo hace parecer arrogante y
caprichoso.
A la luz de
la Torá…
¿Qué lección nos
deja Gerardo? Él nos enseña lo que no debemos hacer y, a lo sumo, evitar a toda
costa. Así está escrito: “Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y
persíguela”
Pero modifiquemos un poco la historia. Supongamos que ahora, Gerardo es nuestro
padre y no posee ninguna de las características antes mencionadas. En un
momento determinado (como hijo) cometo un error. Planteemos lo siguiente:
Gerardo me está enseñando una lección de vida, pero, no estoy de acuerdo con
ello y levanto la voz. La actitud de mi padre en ese momento es débil, tenue,
no demuestra rasgos de molestia y no da un correctivo al respecto. Como
consecuencia, crea en él un hábito, evitando así toda circunstancia de
molestia, y su hijo tiene ahora una actitud similar a nuestro protagonista de
la historia (insulta, contesta, hace lo que le parece). Entonces, ¿no es más que claro que nuestro
“nuevo Gerardo” tuvo que haber tomado una actitud de molestia ante la primera
situación? Seguro que sí. Hay momentos en los que uno debe mostrar rasgos de
disgusto ante ciertas situaciones para mantener un balance, ya sea: la paz en
el hogar (shalom bait); en nuestros negocios (si somos los encargados para que
una empresa funcione bien y tenemos empleados flojos); en la misma educación
(si el alumno no pone de su parte para aprender), etc. Queridos lectores, hay
momentos en los que indudablemente debemos mostrar carácter.
¿Qué estamos diciendo con esto? ¿Es el enojo bueno o malo?
La pregunta no sería entonces si es algo bueno o no, sino más
bien, ¿cómo lo usas en tu vida y en tu desarrollo diario? No hay que ser
extremistas, hay que saber mantener un equilibrio. Acerca de esto está escrito:
“No seas demasiado justo, ni
seas demasiado sabio; ¿por qué deberías traer desolación sobre ti?” Y también está escrito, “no seas excesivamente malvado, y no seas
tonto; ¿Por qué deberías morir antes de tu tiempo?”
Moshé nuestro educador…
Sin duda alguna, no podemos cuestionar que hubo en la
historia algún líder tan grande como Moshé. Cada año cuando leemos su
personalidad, quedamos asombrados sobre la inmensidad de su humildad pues así
está escrito: “el más humilde de las personas” A pesar de ello, él era un ser humano y cometió también
errores, en los cuales seguro hizo Teshuvá. Remontémonos al siguiente episodio:
“Reunieron Moshé y Aharón a toda la congregación delante de la roca
y les dijo (Moshé): - ¡Escuchen pues rebeldes! ¿acaso de esta roca les hemos de
sacar agua?” (Num. 20:10).
“Y dijo Dios a Moshé y a Aharón: por cuanto no me creyeron, para
santificarme delante de los hijos de Israel, por lo tanto, no conducirán a esta
comunidad a la tierra que les he dado” (Num. 20:12).
A pesar su error, Moshé nos
deja una inmensa enseñanza al respecto. Para ello, quiero citar la traducción
al español del Rab Isaac Sakkal sobre Shemoná Prakim:
“Di-s fue meticuloso con él, pues alguien como Moshé se enojó delante de
la comunidad de Israel cuando no era ocasión de hacerlo. Desde esta perspectiva
[y siendo estricto], legalmente, este individuo profanó el Nombre Divino, ya
que todos los movimientos y expresiones [de Moshé] deben ser ejemplares,
pudiendo a través de ellos alcanzar éxito en este mundo y en el venidero; por
lo tanto, ¿cómo veremos enojo en él?, siendo el enojo una de las conductas de
lo reprobable, producto de las peores características del alma”.
Con el permiso de estas
sabias palabras, me atrevo a realizar el siguiente análisis:
1- Vemos que no era el momento adecuado para que Moshé se
enojara. Esto implica, por lo tanto, que sí hay momentos en los cuales uno debe
ser duro como la roca, pero para corregir y conducir al camino correcto.
2- Para agarrar firmeza en esta idea, Maimónides dice que: uno
no debe ser enojón ni tampoco como si fuera un muerto que no reacciona a nada.
3-
Desde lo divino, vemos un “castigo” de
Boré Olam a un ser humano. ¿Cómo podemos entender este concepto? Esto es
similar a la actitud de un padre con su hijo. Así como un padre reprende a su
hijo cuando se equivoca, así también Hashem hace con toda su creación, para que
la misma corrija sus actos. Este concepto es fantástico, podríamos parafrasear
lo siguiente: Si alguien te ama, te corrige, porque desea tu bien.
4-
Tenemos que limitar nuestra conducta,
no yendo hacia los extremos, porque no nos conlleva a nada. De aquí podemos
aprender lo que nuestros jajamim dijeron: "la
persona siempre debe ser humilde como Hilel y no debe ser estricta como
Shamai".
De todo lo tratado en este
capítulo se deduce que es apropiado dirigir nuestras conductas hacia el justo
medio, y no salir de él hacia uno de los extremos sino sólo como terapia,
enfrentándolo desde el ángulo contrario.
En síntesis…
Podemos
concluir diciendo que para caracterizar si esta cualidad es buena o mala,
debemos replantearnos, ¿de qué manera la estamos usando? Pensemos en esto:
-
Si usas el enojo por capricho,
provocación o por querer justificar un mal acto tuyo, entonces se cumple lo que
dijeron los jajamim: “se considera como que está
haciendo Abodá Zará (idolatría)”
-
Si usas el enojo para corregir,
advertir o guiar a otro individuo, entonces se cumple lo que está escrito en la
Torá: “Debes contemplar el hecho de que, así
como un hombre corrige a su hijo, Dios te está corrigiendo a ti”
Como
siempre me gusta finalizar con un consejo del Rab Boaz Fariñas (Shlit”a) : “Cada
día es una nueva oportunidad para luchar con nuestras Midot (Negativas)”.
Fuentes:
-Centro Kehilá
- Tu Torah Tv
- Chabad.org
Comentarios
Publicar un comentario